De qué hablo cuando hablo de escribir, Haruki Murakami

El reconocido y premiado escritor japonés Haruki Murakami, en su libro De qué hablo cuando hablo de escribir, vierte sus opiniones referidas a la escritura que puede resultar útil para nóveles escritores necesitados de consejos y también para curiosos por saber algo acerca del arte de escribir.

Murakami —sabemos— maneja una pluma ágil y transparente, muy fácil de seguir sin perderse en conceptos teóricos desconocidos por el lector general, como suele ocurrir frente a libros de otros autores abocados a la tarea de hablar del arte de escribir. La sencillez de Murakami en ese sentido, permite un acceso directo a las cuestiones elementales del proceso escritural, tanto para expertos como para legos en la materia.

Muchas opiniones vertidas en el libro llaman la atención por su franqueza y a la vez por su juicio rotundo. Desde luego, despertarán en el lector más de alguna sorpresa, sobre todo cuando Murakami se refiere a la personalidad de los escritores:    “Desde una perspectiva puramente personal, y con total franqueza, me parece que la mayoría de los escritores  —no todos obviamente— no destacan por ser personas con un punto de vista imparcial sobre las cosas y por tener un carácter apacible. Quizá no convenga decirlo en voz alta, pero pocos poseen algo realmente digno de admiración, y, de hecho, muchos tienen hábitos y comportamientos ciertamente extraños. La mayoría de los escritores (calculo que alrededor del noventa y dos por ciento) , y me incluyo a mí mismo, pensamos “lo que escribo es lo correcto. Salvo una pocas excepciones, los demás se equivocan, ya sea en mayor o menor medida. Vivimos condicionados por ese pensamiento por mucho que no nos atrevamos a decirlo en voz alta. “

Los narradores orientales se caracterizan por la economía de lenguaje, su capacidad de síntesis y esa precisión sin retruécanos, propia de la literatura occidental y de algunos pueblos en particular. La simpleza de opiniones, en el sentido de acotar una idea mediante una sencillez pasmosa, resulta siempre admirable. Veamos como Murakami despacha un asunto que a otros los lleva a dar mil vueltas: “Escribir novelas constituye un trabajo individual sin un final determinado, que se lleva a cabo en una habitación cerrada. Quien escribe se enclaustra en su estudio, se sienta frente a la mesa y se empeña en un único propósito que es levantar una historia de la nada (en la mayoría de los casos) y en darle forma sólo mediante palabras. Se trata de un proceso que transforma algo informe y subjetivo en algo definido y objetivo, o como mínimo en algo que pretende cierta objetividad. Ese podría ser el resumen más sencillo de lo que significa el trabajo de los escritores.”  

Sus juicios son de una lógica que va más allá de lo puramente racional, acercándose a la verdad de las cosas, a su esencia, bien sea esta comprensible o incomprensible: “Nunca se entienden bien del todo las razones de la gente para alabar o criticar a alguien.”

Respecto al problema de la página en blanco, a la falta de material, de tema para escribir:  “por eso no hay que resignarse cuando a uno le parece que no dispone de material para escribir una novela. Solo con cambiar el punto de vista, la concepción de las cosas, se alumbrarán a nuestro alrededor infinidad de materiales con los que construir un relato. (…) Aún a riesgo de repetirme , vuelvo a decir que para mi lo más importante es no perder nunca la sana ambición de lograrlo.” Es decir, esta reflexión nos lleva a lo que han dicho siempre los sabios respecto al éxito: diez por ciento de inspiración y noventa por ciento de transpiración.

Respecto al tema apropiado sobre el cual escribir: “No es tan importante la calidad de los materiales en sí. Por encima de cualquier otra consideración, deben provocar una especie de magia. Si solo disponemos de materiales sencillos, cotidianos, de palabras no demasiado complicadas, pero todo ello encierra ese halo mágico, podemos llegar a construir con nuestras propias manos máquinas complejas y sorprendentes.”

Comentando el significado general de la narrativa en la actualidad, Murakami apunta: “La narrativa como tal existe como metáfora de la realidad circundante, y la gente reclama textos acordes con lo que sucede a su alrededor, con lo que les pasa a ellos. Un sistema nuevo de metáforas que ayude a comprender un entorno cambiante cuando se produce ese tipo de procesos. De ese modo tiene la impresión de no ser expulsados de ella. La gente puede aceptar una realidad inestable a su alrededor y mantener al mismo tiempo la conciencia de estar conectada a esos dos sistemas, el social y el narrativo.”  

Respecto al desdoblamiento del escritor y al uso del narrador: “una de las cosas que más me divierten de escribir es convertirme en quien quiera a voluntad. Empecé escribiendo en primera persona del singular masculino y así continué durante veinte años. En los relatos a veces me servía de la tercera persona, pero cuando regresaba a las novelas insistía en la primera persona.(…) Cuanto más extensas y complejas se hacían mis novelas, el sofoco y la estrechez provocados por el uso de esa primera persona empezaron a agobiarme. En El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, recurrí a dos primeras personas distintas en capítulos alternos y ese fue uno de mis primeros intentos de superar los límites de la primera persona del singular.” Es decir, vemos aquí también la búsqueda permanente del escritor por manejar mejor su obra. Un trabajo que nunca termina del todo.                                          

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Febrero del 2022

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